Nosotros, los hombres, amamos a las mujeres porque aún se creen adolescentes incluso después de haber envejecido.
Porque sonríen cada vez que se cruzan con un niño.
Porque caminan erguidas por las calles, mirando
siempre al frente, y jamás se vuelven para agradecer o devolver la
sonrisa y el saludo que les dedicamos mientras pasan.
Porque en la cama son osadas, y no porque tengan una naturaleza perversa, sino porque quieren agradarnos.
Porque se sacrifican sin quejarse en nombre de la
belleza ideal, enfrentando depilatorios, inyecciones de Botox y
amenazadoras máquinas de gimnasio.
Porque prefieren comer ensaladas.
Porque dibujan y pintan su cara con la misma concentración de un Miguel Ángel trabajando en la Capilla Sixtina.
Porque si quieren saber algo sobre la apariencia que tienen, buscan a otras mujeres, sin incomodarnos con este tipo de preguntas.
Porque tienen sus propias maneras de resolver problemas, que jamás entendemos, y que nos enloquecen.
Porque son compasivas, y nos dicen “te quiero” justo
cuando empiezan a querernos menos, para compensar lo que estamos
sintiendo y notando.
Porque se quejan de cosas que también nosotros sentimos, como
resfriados y dolores reumáticos, y de esta manera entendemos que son
personas iguales a nosotros.
Porque mientras nuestros ejércitos invaden otros
países, ellas se mantienen firmes en su guerra privada e inexplicable
para acabar con todas las cucarachas del mundo.
Porque son capaces de ir a trabajar vestidas como
hombres, con chaqueta y pantalón -trajes pequeños y delicados- mientras
que ningún hombre se atrevió jamás a hacer algo parecido llevando
faldas.
Porque en las películas – y sólo en las películas – ellas nunca se duchan antes de hacer el amor con sus parejas.
Porque siempre consiguen encontrarle un defecto
convincente a la mujer de la que decimos que es guapa, de manera que nos
dejan inseguros en relación a nuestros propios gustos. (Verdad!!!)
Porque consiguen fingir orgasmos con la misma calidad artística de la estrella de cine más famosa y con mayor talento.
Porque les encantan los cócteles exóticos de varios
colores y con adornos delicados, mientras nosotros tomamos nuestro
whisky de siempre.
Porque no pierden una eternidad de tiempo
considerando la mejor manera de abordar al guapo muchacho que acabó de
entrar en el autobús.
Porque nosotros vinimos de ellas, volveremos a
ellas, y hasta que tal cosa ocurra, viviremos orbitando alrededor del
cuerpo y de la mente femenina...
wow hace mucho que no habia entrado ami blog, y ya me hacia falta escribir en el